domingo, 6 de mayo de 2012

SAN GINÉS DE LA JARA ORANTE



Nadie antes de Pablo Camps lo ha representado así, rezando sobre la piedra que fue expoliada del Monasterio de San Ginés de la Jara y que quienes la llegaron a contemplar aseguran que tenía las huellas de las rodillas del Santo, hincadas ahí de tanto orar. La piedra que vemos es, en sus dimensiones, una réplica de aquella.


Sobre San Ginés de la Jara eremita, tengo varios bocetos, en este primero traté de manifestar su fe y  amor a la Santísima Trinidad. Envuelto en las alas del Espíritu Santo soportando el implacable viento de Levante, en el Mar Menor.

San Ginés de la Jara ora en lo alto del Monte Miral sufriendo la pasión de Cristo y entregando su corazón, su alma y su vida a Dios Padre sumergido en su única razón, el Amor Divino.


Es la copia textual de la explicación que el artista da sobre su propia obra. Pablo Camps quizás quedó prendido de ese "espíritu" que desde que conoció y se adentró en el Monasterio de San Ginés de la Jara le acompaña por un camino tan difícil, pedregoso y empinado, quizás, como el Monte Miral, donde el Santo construyó una ermita llamada la de los Ángeles porque una leyenda cuenta que ellos le ayudaron a construirla.

Con Camps comparto la admiración por el que fue Patrón de Cartagena, reducido ahora a "copatrón" pero tan, tan olvidado que la injusticia sufrida por el monte en el que vivió y el monasterio en el que, digo yo, también rezó, ha despertado conciencias a través de medios increíbles, hasta mágicos. Sin duda el escultor, este "modelador de arcilla", encarna la esencia de San Ginés de la Jara, un hombre llegado de otra parte -todavía los historiadores no coinciden en determinar su origen- que fue víctima de la injusticia, la avaricia y el temor que a los otros les da aquello que son incapaces de  comprender o pretendiendo ahuyentar lo que detestan respondiendo, San Ginés, solo con su oración y recogimiento, su introversión y aislamiento, practicando a diario humildad y ruego, expresando su amor a gritos pero en silencio.



El escultor ha representado unas manos cubiertas con harapos que puede que cubrieran las yagas de sus manos provocadas por una enfermedad en la piel o por su trabajo ininterrumpido al construir la ermita. 

La imaginación vuela libre y a lomos de esta gaviota yo contemplo a otros enfermos yagados, tal vez leprosos, que cubrían sus manos para poder colocar las piedras durante la noche, bajo la luz de la luna. Ayudados, tal vez, por proscritos, huidos de la justicia que en el Monte Miral, sin distinción de si eran moros o cristianos convivían en paz compartiendo escondite bajo el cielo raso, ocultos durante el día en grutas y pasadizos que antaño formó la naturaleza geológica o incluso restos de antiguos pueblos sepultados. 

Él, el Santo, el único capaz de ser visto, recogía alimentos para la supervivencia de quienes moraban en la sombra pero existían, estaban vivos. Por ellos más que por él mismo rezaba, pedía, agradecía...




¿Ves su rostro? Yo tampoco. Los historiadores todavía no han aclarado quién fue, o quienes fueron, cuántos San Ginés de la Jara alguna vez habitaron en el paraje cartagenero. 



Su pecho henchido por el viento de levante que entrando por las mangas casi las convierte en velas con las que surcar el aire y los mares. 

San Ginés de la Jara ha sido invocado y considerado protector de los navegantes, de los viticultores, de la familia...

De su pecho surgen sus alas de ángel mientras el resto de su cuerpo queda ceñido, preso, del mismo aire. 

Disculpad mi oratoria pero con este Santo a mí se me "va la olla".

Mientras yo invento, Pablo Camps crea. Asegura que "la proxima escultura y última, la más elaborada que haré de San Ginés de la Jara corresponde a uno de sus milagros .... me llevará meses. La haré en madera de nogal negro pero será muy, muy especial, el realismo del busto, el misticismo de su penitencia y él ..."